¿Te dejas incentivar para salir del anonimato?
Para muchos seguidores de Jesús compartir nuestra fe equivale a poco más que un ejercicio de incordiar a las personas. ¿Acaso no puedo simplemente mantener mi fe en el anonimato o vivir según el lema que se le atribuye a San Francisco de Asís: ‘Predica el Evangelio en todo momento, y si es necesario, usa las palabras’? Puedes intentarlo, pero te será nada fácil. Se cuenta de un cristiano que le planteó a su mentor espiritual su plan de compartir su fe en su trabajo sin usar palabras, y solo por sus acciones. Se esforzó durante un tiempo considerable, pero sin resultado alguno. Y después de un tiempo por fin llegó el día tan esperado—un compañero le vino a ver a su despacho y le confesó: “Llevo tiempo observando tu vida y he notado algo muy diferente en ti. ¿Acaso eres vegetariano?”. Para compartir la fe, las buenas acciones son importantes, pero las palabras también son esenciales. La fe es el anuncio de una buena noticia.
Toda buena noticia es incontenible
En este primer artículo de nuestra serie Evangelismo Cotidiano, quisiera proponer que, además del claro cometido que nos dejó Jesús de ir por todo el mundo y predicar el evangelio (Mt. 28:18-20), debemos compartir la fe ya que, por definición, toda buena noticia es realmente incontenible.
Este verano pasado experimenté algo que llevaba gran parte de mi vida esperando: una noche despejada en Suecia vi con mis propios ojos una aurora boreal. Con mi móvil saqué unas fotos preciosas. Ahora te pregunto: ¿crees que estas fotos solo las he visto yo o sospechas más bien que las envié a un montón de personas? Por supuesto que las reenvié. Me atrevo a pensar que el acto de compartir nuestra alegría la completa y la transforma en un gozo más pleno.
Algo así les pasó a cuatro leprosos hambrientos en la ciudad de Samara en tiempos del profeta Eliseo. La ciudad estaba sitiada por el ejército sirio y el pueblo se moría de hambre. Los leprosos decidieron arriesgar sus vidas y rendirse al ejército enemigo antes de morir de hambre. Para su total sorpresa encontraron que el ejército sirio había abandonado su campamento militar dejando allí sus provisiones. Así cuenta 2 Reyes 7:8-9 lo que sucedió a continuación:
Cuando los leprosos llegaron a la entrada del campamento, entraron en una tienda y comieron y bebieron, y tomaron de allí plata y oro y vestidos, y fueron y lo escondieron; y vueltos, entraron en otra tienda, y de allí también tomaron, y fueron y lo escondieron. Luego se dijeron el uno al otro: No estamos haciendo bien. Hoy es día de buena nueva, y nosotros callamos; y si esperamos hasta el amanecer, nos alcanzará nuestra maldad. Vamos pues, ahora, entremos y demos la nueva en casa del rey.
¿En qué momento crees que los leprosos experimentaron alegría plena? ¿En el momento de saciar su hambre o cuando compartieron la buena noticia una vez saciada su hambre? Toda buena noticia es incontenible.
La mejor de las noticias
En su libro Mero Cristianismo, C.S. Lewis argumenta que el ser humano tiene anhelos tan profundos que ningún tipo de placer terrenal y momentáneo los puede satisfacer—solo Dios. Jesús vino para ser como agua viva que sacia la sed más profunda del ser humano. Y si eres su seguidor te sigue saciando días tras día. Jesús le interpela a la mujer samaritana en el pozo de Jacob, ‘si conocieras el don de Dios’. Si tú y yo hemos conocido el don de Dios que es Jesús el Mesías, compartirlo es lo natural porque toda buena noticia es incontenible, y ésta en particular supera a todas las demás.
Escrito por Rev. Stephen Phillips, Iglesia Buen Pastor Barcelona (IERE)
(De la serie: Evangelismo Cotidiano )
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